Gay Talese: “Retratos y encuentros”

Pretendía comentar el libro “Retratos y encuentros” de Gay Talese. Quienes conozcan otros trabajos suyos (“El reino y el poder”, “Honrarás a tu padre”, “La mujer de tu prójimo”) sabrán. Quienes no, quizás les sirvan estos fragmentos narrativos que algunos también catalogan como periodismo:


"No puedo mirar a los ojos a nigún boxeador porque… bueno, una vez miré a los ojos a uno. Fue hace mucho, mucho tiempo. En ese entonces yo debía estar con los amateurs. Y cuando miré a mi contendiente vi que tenía una cara tan simpática,,,. Y él me miró a mí… y me sonrió… ¡y yo le sonreí! Fue raro, muy raro. Cuando un tipo es capaz de mirar al otro y sonreír de ese modo, no creo que tengan nada que hacer peleándose." (El perdedor)

"Cuando Sinatra llega, Jacobs le sirve la cena en el comedor. Luego Sinatra le informa que puede irse a casa. Si, en una noche como ésas, Sinatra llegara a pedirle a Jacobs que se quedara un poco más, o que jugaran una manos de póquer, él lo haría gustoso. Pero Sinatra nunca se lo pide." (Sinatra está refriado)

"Pero me gustaba golpear individuos porque  era lo único que podía hacer. Y fuera o no el boxeo un deporte, quería hacer de él un deporte porque era algo en lo que yo podía triunfar. ¿Y cuáles eran los requisitos? Sacrificio. Eso era todo. A alguien venido de la sección de Bedford-Stuyvesant de Brooklyn, el sacrificio le resulta fácil. Así que seguí boxeando y un día me convertí en el campeón de los pesos pesados, y conocí personas como usted. Y usted se pregunta cómo hago para sacrificarme, cómo puedo privarme de tato. No se da cuenta de dónde vengo, esp es todo. No entiende dónde estaba yo cuando me embarqué en esto." (El perdedor)

"Es la ciudad de Michael McPadden, quien se sienta detrás de un micrófono  en una caseta del metro de Times Square y grita en una voz que oscila entre la futilidad y la frustración; “Cuidado al bajar, por favor, cuidado al bajar”. Imparte ese consejo 500 veces al día y en ocasiones quisiera improvisa. Pero rara vez lo intenta. Desde hace tiempo está convencido que la suya es una voz desatendida en el bullicio de las puertas que golpean y cuerpos que se estrujan, y antes que se le ocurra algo ingenioso para decir, llega otro tren de la Grand Central…" (Nueva York, ciudad de cosas inadvertidas)

"El cuidado que pone a sí mismo puede medirse desde las uñas arregladas hasta sus botas de puntera cuadrada, que no tienen raspaduras y brillan suavemente, sin el inmaculado pulimento de un criado. Pero su barba parecía pertenecer a otra persona y otra época. Es excesivamente larga y descuidada, Los mechones blancos se mezclan con los negros descoloridos y le cuelgan por el frente del uniforme como un sudario viejo, curtidos y resecos. Es la barba del monte. Castro se la soba todo el tiempo, como si tratara de resucitar las vitalidad de su fibra." (Alí en La Habana)

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