Durante el día de ayer, después de conocer la noticia sobre la muerte de Osama Bin Laden (llámelo asesinato, ajusticiamiento, venganza y con ninguno de los términos, estos y otros, estará usted errado), se ha generado en tertulias, en la opinión pública -no tanto la prensa que sí dice sentir certezas- y, principalmente en las redes sociales, una duda primaria: ¿por qué tenemos qué creérnoslo?
Escultura de arena alegórica a la muerte de Bin Laden en la India |
Y es que le mundo moderno es por naturaleza desconfiado. Internet, redes sociales, blogs, etc., han sido vehículos efectivos para alimentar infinitas variantes de teorías conspirativas. Donde hay una duda, hay la presunción de una mano oscura, de un titiritero manejando hilos y perspicacias. Y encuentro normal que así ocurra ya que la política en general siempre se ha nutrido de la ocultación para el logro de ciertos propósitos, algunos claros y cabales, otros no tanto. Las teorías de la conspiración que en alguna casos provoca exagerado desdén debido, entre otras cosas, a la precaria conformación de las tesis, a los razonamientos simplistas y la incapacidad absoluta de aportar un dato probatorio, se justifican con el ocultamiento de la información por parte de agencias, centrales, estados mayores y salones presidenciales.
En el caso que está en titulares desde ayer, la muerte del hombre más buscado del mundo, la escasez de información contrastable, la falta de una imagen –en el mundo postmoderno lo que no se puede ver es como si nunca hubiera pasado-, la extraña manera de deshacerse del cadáver en algún lugar del mar –increíble que muchos medios insistan en que lo han enterrado en el mar-, y en general todo el proceder de los protagonistas relacionados ha sido como si buscaran la manera de alentar teorías.
Y las preguntas se repiten. Sencillamente porque en principio no tenemos que creérnoslo, como no nos creemos la mayoría de las cosas que no se demuestran. Lo otro sería hacer de este asunto una cuestión de fe, alejado desde ese momento de cualquier sustento informativo, principalmente aquel que se exige casi siempre: toda información se debe poner en duda hasta que no esté absolutamente contrastada, y eso se aviene a cualquier fuente de información.
Confío en que Obama no se haya lanzado a hacer un anuncio como el que hizo ayer sin que fuera verdad. Espero que en algún momento terminen de retocar las imágenes y publiquen alguna lo suficientemente creíble. De no ser así, toda esta historia quedará al mismo nivel de esa persona que tomamos por loca porque jura y perjura que los extraterrestres lo han abducido.