Entrevista a Martin Amis

Traducido por The Galimatías
The Guardian, 1 de enero de 2010

Stephen Moss


Martin Amis es el novelista más discutido en el Reino Unido, en gran parte, sospecho, porque casi nadie lo lee. Hace unos días, poco después de mi entrevista con Amis, me encontré con un vecino, hombre culto, y le pregunté qué pensaba de su obra. Había leído uno de sus libros hacía años –ni siquiera recordaba por qué no le había gustado-, pero sí sabía todo sobre el escándalo y las acaloradas discusiones motivadas por esas declaraciones de Amis donde se refería a un "tsunami de plata" donde los ancianos decrépitos deberían ser exterminados. Por cosas como esta es que el Amis polémico oscurece la labor del Amis escritor, ese que esta semana publica su novela número doce: “La viuda embarazada”.

Amis vive en una casa grande aunque no ostentosa, en el norte de Londres. La comparte con su esposa, la escritora Isabel Fonseca, y sus hijas Fernanda y Clio. Su padre, Kingsley, tuvo una casa en la misma calle -compartida en el alcohólico final de su vida con su primera esposa (la madre de Amis) y el tercer marido de ésta.

Cuando llegué, Amis bebía una cerveza y buscó otra para mí. Me sorprendió la frialdad con que trataba a la fotógrafa y pensé que quizás fuera por haber sido fotografiado ya demasiadas veces. Todo lo que pidió –la falta de relación entre los dos terminó con un flash de la cámara- es que no le fotografiara echado hacía atrás ya que le hacía parecer arrogante.

Amis tiende a arrastrar las palabras y a hablar en fragmentos, trozos de pensamiento: describe el alboroto que rodea a la publicación de un libro como epifenómenos. ¿Qué debemos hacer con esa loca visión suya del tsunami de plata?

          Habrá una población de ancianos dementes, algo así como una invasión de terribles inmigrantes, apestando restaurantes, bares y tiendas... Debería haber una cabina en cada esquina donde lograr un brebaje y una medalla por decir adios.

En Google se pueden encontrar más de 137 000 resultados de la búsqueda Amis más eutanasia. Después, cuando la tormenta fue tomando fuerza, declaró que lo había dicho en tono satírico.

En el fondo, como él mismo admite, es un novelista humorístico, y también algo que podríamos denominar un polemista humorístico. "Es la manera en que se perciben estas cosas", dice cuando le recuerdo aquella tormenta en los medios de comunicación en los noventa, cuando el estado de su dentadura y los enfrentamientos con Julian Barnes eran los principales temas de discusión en los ambientes literarios.


                 Nunca se tiene en cuenta el contexto; pero andar extremando el cuidado con todo lo que digo o censurándome es algo que no me interesa. No era una ataque a los viejos –no falta mucho para que yo mismo lo sea- y creo que me arriesgué a caer en complicaciones de tipo legal, pero mantengo la idea básica: es necesario tener un medio para poner fin a la vida.

Si se leyera la descripción de los últimos años de Kingsley que aparece en su libro “Experiencia” (Anagrama, 2000), se podría entender el temor de Amis. Recuerda a su padre, intelectualmente aniquilado y sentado frente a la máquina de escribir, tecleando una y otra vez la palabra "gaviotas”. Le teme a su propia decadencia como escritor.

Amis comenzó “La viuda embarazada” poco después de la publicación de su muy mutilada novela “Perro amarillo” en 2003. Previó un libro extenso y lo describió como "absolutamente autobiográfico". "La novela fue una lucha terrible", dice.

                Luché con él durante cuatro años. Las primeras cien páginas lucían bien, parecían funcionar, pero era sólo en lo referente a la técnica y las artimañas narrativas, no por la historia que quería contar. Me di cuenta que no funcionaba la Semana Santa del año anterior, en Uruguay –su mujer Isabel Fonseca tiene ascendencia uruguaya- estando de vacaciones. Leí lo que tenía escrito y pensé: está completamente muerto, inerte. Tuve un par de semanas terribles, luego volví sobre ello y me di cuenta que en realidad allí había dos libros.

Se dedicó a separarlos. En éste hay mucho de relaciones sexuales (al menos de confabulaciones para tener relaciones sexuales) y poco de literatura. El segundo libro, al que le queda aún algún tiempo y que saldrá después de una novela satírica llamada State of England, tendrá mucho de literatura y poco de sexo. El sexo y la literatura, es justo decir, han sido los principales temas de Amis, aunque el orden de importancia ha fluctuado a lo largo de los años.

Afirma que “La viuda embarazada” tiene poco de autobiográfico, pero pocos le creen. La revista Private Eye, desde luego, no. En una divertida parodia de la última edición, lo identifican con Keith Mart, el personaje central, y dicen tener fe en que algún día pueda escribir una novela ligeramente convincente. Mientras tanto, The Telegraph ha ido en busca de Gloria Beautyman, la mujer sexualmente voraz que acosa a Keith en el baño compartido del castillo italiano en el que los personajes pasan el verano de 1970. El periódico propone como candidatas a un grupo de novias de juventud del escritor, incluidas Tina Brown, Emma Soames, Julie Kavanagh y Angela Gorgas. Amis lo niega:

                    Esa es la manera más rudimentaria de leer el libro, pero es más bien culpa mía al decir que iba a ser totalmente autobiográfico. Sólo le ha dado a Keith mi estatura y mi año de nacimiento: 1.70 metros y 1949, es todo. Y las cuestiones referentes a mi hermana.

Su hermana Sally era alcohólica y murió en el año 2000, con 46 años, y, según una cruel frase de Amis en referencia a sus últimos años de vida, era "patológicamente promiscua". En “La viuda embarazada”, Sally renace como la hermana menor de Keith, Violeta: una mujer dolida, bebedora habitual, siempre envuelta en relaciones violentas y desesperanzadas. Amis alguna vez explicó el caso de Sally como víctima de la liberación sexual de los años 60; su madre tomó distancia de ese razonamiento y también él parece reconocer que era demasiado simplista.
                 Mi hermana se habría esforzado en cualquier sociedad. Todo lo que la revolución sexual hizo por su destino fue ofrecerle un entorno y un estilo peculiares."

¿Y siente que le falló en algún modo?

                 Hasta cierto punto sí. Debí dedicarle más horas, lo siento así. Mi hermano -Philip, artista, un año mayor que Amis- dedicó muchas más que yo; mi madre puso infinitamente mucho más que yo; y mi padre en realidad tenía cierta dependencia de ella por esa época. De todos modos, no reaccionó ante nadie. Me sentía bien cuando le daba algo de dinero que le servía para salir de algunos problemas o poner parches en su vida, pero todo indicaba que cualquier cosa que no fuera dedicarle todo no habría significado gran diferencia.

Amis cree que el libro puede ser atacado por grupos feministas, esencialmente porque en él se sugiere que la revolución sexual posibilitó que las mujeres empezaran a comportarse de manera contraria a su propia naturaleza, convirtiéndolas en chicos arrogantes (el adjetivo más común en la novela para designarlas) y narcisistas. Sin embargo, insiste en que ha escrito un libro feminista.



               Yo he sido una feminista convencido desde los 80. En Nueva York, Gloria Steinem fue capaz de convencerme en un solo día. Y lo logró utilizando una única figura retórica, una muy eficaz: sólo invierte los sexos: ¿qué pasaría si los hombres tuvieran la menstruación, qué si los hombres fueran quienes tuvieran los niños? Es incontestable.


Lo que le defiende es un "arreglo digno" entre hombres y mujeres. Antes de los años 60 las mujeres eran en gran parte ciudadanos de segunda clase confinados al hogar. Luego se liberaron, económica y sexualmente -una revolución que produjo mucha ganancia y alguna pérdida.

           Todas las decisiones difíciles recaían en las mujeres. Los hombres no tenían necesidad de cambiar. Sólo estaban ligeramente al tanto de que se estaba produciendo un cambio y se preguntaban cómo iba a ir. Pero las mujeres tenían un papel difícil. Hubo una fase igualitaria, que es la que ocurre en la época cuando se desarrolla el libro y en la que ambos sexos eran iguales –esa era la ridícula ortodoxia. Pero creo que las chicas no tenían otro modelo que el de los hombres, así que comenzaron a comportarse como hombres y aún siguen haciéndolo. Algunas lo afrontaron bien, otras no, sus corazones no estaban por la labor.

En un pasaje de la novela, Keith se encuentra con Rita cuatro décadas después del verano de 1970 y le pregunta si finalmente había tenido los diez hijos que entonces decía querer. "Creo que me olvidé de eso", dice y rompe a llorar. Amis dice que entre las mujeres de su generación

             había un montón de Ritas que pusieron mucho énfasis en la recreación y el entretenimiento, que no se casaron ni tuvieron hijos.

Amis, sin embargo, se empeña en asegurar que no pretende atacar los años 60, la revolución sexual ni la emancipación de la mujer. Más bien, lo que intenta señalar es que todas las revoluciones transcurren en etapas y producen víctimas.

Desvincular la realidad y la ficción en “La viuda embarazada” mantendrá ocupados durante meses a los escrutadores literarios. Rob Henderson, gran amigo y ex compañero de piso que finalmente terminó en la cárcel y murió en 2002, está inmortalizado como Kenrik, el alter ego hermoso, iletrado y amoral de Keith. El poeta Ian Hamilton es Neil Darlington. Hay muchos ecos de la vida ficcional de Keith en las memorias de Amis publicadas el año 2000. Entonces, ¿es autobiográfica o no?

             Los únicas figuras que se puedan asociar a personas reales es porque esas personas están muertas. Esa fue la regla.

¿Es Keith aquello en lo que se podría haber convertido Amis si hubiera conservado su empleo en la agencia de publicidad J. Walter Thompson en lugar de decantarse por la carrera literaria? Keith, aspirante a poeta, hace lo contrario: opta por la publicidad y la liquidez inmediata.

              Hay un poco de eso.

¿Por qué, después de haber rastreado en su vida tan conmovedoramente en “Experiencia” -el divorcio de sus padres, la muerte de su padre, el descubrimiento de que su prima Lucy Partington había sido una de las víctimas de Fred West-, vuelve al tema desde la ficción? Amis habla sobre el crecimiento vital que se descubre a partir de los cincuenta años. “Hay una presencia enorme e insospechada dentro de tu ser", dice en “La viuda embarazada”, “como un continente por descubrir.” Quería recorrer una ruta a través de este tema.

             Pensé que podría haber una forma narrativa de tratarlo, pero fue un gran error. John Banville me dijo que era imposible, y así fue.

Salvo que, a pesar de las protestas de Amis, lo que ha aparecido remite estrechamente a vida. La parodia de Private Eye es graciosa porque contiene una verdad.

La imagen que más se retiene de Martin Amis es la del chico malo de la literatura con un cigarrillo colgado a sus gruesos labios, algo así como el Mick Jagger de la narrativa. Sin embargo, cuando uno lee “Experiencia” siente toda su vulnerabilidad. Allí describe cómo se sentía en el funeral Lucy Partington, en el verano de 1994.

              Yo nunca había experimentado la miseria y la inspiración en una combinación tan pura. Mi cuerpo se constreñía a mi corazón.

En “La viuda embarazada”, Keith no se realiza como poeta porque no es capaz de conectar pensamiento y emoción,  “la década de broma” de los años 70 había arrasado al sentimiento. Amis está fascinado por la forma en que él mismo ha cambiado desde principios de los 90, época en la que admite tuvo su crisis de madurez. En su forma más simple: descubrió la pureza del amor, el amor sin ego -la esencia de esa "experiencia de la transfiguración"- en el funeral de su prima. Las mujeres y los reconocimientos de los primeros años se convirtieron en redentores.

Hoy el escritor aparenta ser totalmente feliz con Fonseca, como un reflejo de la dicha que encuentra Keith con su tercera esposa Conchita. Mientras hablo con él llegan sus hijas, llaman a la puerta de salón y le muestran con orgullo un gatito que llevan como un premio en una sábana blanca. La interrupción dura sólo unos minutos -son unas niñas educadas, casi adolescentes que hablan con acento americano-, y disfruto la escena, el recordatorio de que incluso los grandes escritores tienen sus rutinas y deberes familiares.

Este es su segundo matrimonio. El primero fue con Antonia Phillips, con quien tuvo dos hijos que ya tienen más de veinte años, y terminó en 1993. Tiene además otra hija, Delilah, nacida tras de un breve romance con Lamorna Seale, en 1974 y con quien no tuvo ninguna relación hasta que cumplió 19 años. Delilah tuvo un hijo en 2008, lo que conviertió a Amis en abuelo -"es tan poco cool”. También está en contacto con la hija de Sally, Catherine, que fue adoptada desde muy pequeña porque Sally era incapaz de cuidar de ella. La vida de Amis es más densa de lo que cualquiera de sus novelas podría aspirar a ser.

The Bookseller
describe “La mujer embarazada” como un regreso a la forma.

                    ¿Qué es esa mierda del regreso? Nunca se había ido. Regresar a la forma se va a convertir en una especie de slogan, a no ser que se vaya al otro extremo y digan “una nueva escalada de la decadencia”.

Hay que pasar por encima de esas cosas, le digo.

                  Estoy harto de pasarle por encima a las cosas. Siempre he estado pasando por encima.

Se podría llegar a pensar que no le interesa la aprobación crítica o del público, o la falta de reconocimiento de los jurados de los premiso Booker, pero sería muy alejado de la verdad. Recuerda las reseñas de Pero Amarillo como especialmente amargas y lo asemeja a tener la gripe durante una semana. Cuando le recuerdo el famoso ataque del novelista Tibor Fisher al libro –“'Perro amarillo' no es malo al estilo de no es muy bueno o ligeramente decepcionante. Es malo de modo absoluto, es como cuando sorprenden a tu tío favorito masturbándose en el patio del colegio"-, la ira de Amis es evidente.

                  Todo lo que Tibor Fischer hizo fue dejar claro que se podía decir absolutamente cualquier cosa sobre este libro. No fue sólo una reseña. Cualquiera que pudiera sostener un lápiz quería intentarlo. Espero que no haya otro momento como aquel en mi vida.

Amis asegura que en los noventa se convirtió en aquel de quien se podía decir cualquier cosa. Su divorcio, el cambio de quien fuera su agente por mucho tiempo Pat Kavanagh por otro que trabaja desde Nueva York, Andrew "el chacal" Wylie, el consecuente desencuentro con Julian Barnes, esposo de Kavanagh, y el exagerado adelanto solicitado por el libro The Information (supuestamente para pagar el arreglo de sus problemas dentales); todo esto combinado lo convirtió en una celebridad literaria, un objetivo a derribar. Su fascinación con el 11-S y el deseo de dar argumentos contra el terrorismo –en 2006 declaró al Times que la comunidad musulmana tendría que sufrir hasta que solucionaran sus cuestiones internas- hicieron que su figura fuera aún más célebre y controvertida. ¿Por qué regresa con tanta frecuencia a los sucesos de 11 de septiembre?

                      Nunca creí que un hecho de tal magnitud ocurriera en mi vida.

Ve al islam como una forma de tiranía, similar al Nacismo que trató en Time´s Arrow y el estalinismo que atacó en Koba  the Dread. Ha sido acusado de dar un giro a la derecha (“convirtiéndose en su padre” es la expresión que usan sus críticos), pero lo niega y asegura que lo que describía en The Experience –izquierda libertaria del centro- se mantiene.

En ocasiones sus incursiones en todo tipo de controversia genera más calor que luz, pero esto puede ser, según él mismo, el rol democrático del novelista.

                      Cada vez estoy más sorprendido por lo diferentes que son el novelista y el poeta. Ahí está el soneto “El novelista”, de Auden. Los poetas ‘arrasan como húsares’, pero el trabajo del novelista es estar con lo aburrido, lo feo, lo sucio. Desde su ser, tanto como le sea posible, entiende los males de todos. Para ser novelista debes convertirte en todos y los poetas nunca llegan a salir de sí mismos.

Me pregunto si Amis, como su padre, nunca ha escrito poesía.

                      He escrito y publicado un par de poemas. Siempre que Kingsley creía que se me iba de las manos, me decía: ‘no acabo de ver ese primer libro de poemas, lo intento, pero no lo veo; es muy desconcertante’.

Texto original en inglés: Aquí