Cuentan que en 1953, a la salida de la presentación de la obra de Astor Piazzolla "Buenos Aires (Tres movimientos sinfónicos)", las reacciones fueron tan opuestas y primarias –el hecho más discutido fue la idea del músico de agregar dos bandoneones a la Orquesta Sinfónica de Radio del Estado- que las discusiones llegaron a la agresión física. Comenzaba su tarea de hacer tango sin hacer tango; pasar de ser considerado una especie de payaso que hacía experimentos vacíos a ser venerado como uno de los maestros del tango –de la música en general-, sino el maestro.
En 1955, de regreso de uno de sus viajes a París, creó el Octeto Buenos Aires: dos bandoneones, dos violines, contrabajo, cello, piano y guitarra eléctrica. De este proyecto, que después diera paso al Quinteto Tango Nuevo, surgen los sonidos que conllevarían la ruptura con el tango tradicional, la ruptura del tango tradicional con Piazzolla. Los porteños, habituados al tango arrabalero soportaban poco las excursiones fuera de los acordes básicos y esenciales. La música de Piazzolla no era tango, se decía por entonces, estaba más cerca de Jelly Roll Morton y hasta de Mozart o de Bach.
Años más tarde Piazzolla diría: "El tango ya no existe. Existió hace muchos años atrás, hasta el 55, cuando Buenos Aires era una ciudad en que se vestía el tango, se caminaba el tango, se respiraba un perfume de tango en el aire. Pero hoy no. Hoy se respira más perfume de rock o de punk. El tango de ahora es sólo una imitación nostálgica y aburrida de aquella época."
A Piazzolla, además de su propio genio, del disfrute momentáneo y cotidiano, se le debe haber ayudado a que se mantuviera el tango cuando ya éste se dejaba de bailar; a que transcurriera de las salas de baile a las de concierto; un paso natural, similar, por ejemplo a lo que había ocurrido con el jazz.
Algunos temas de Piazzolla son como puñaladas dadas a la noche. Otros insisten en llevarnos hacia la alegría moderada, no a la fiesta sino al fin de ella, cuando ya quedan pocos invitados y se comienzan a percibir los olores de los que se han marchado.
Escuchen este disco -especialmente la versión que aquí aparece de su clásico Adios Nonino-, una de sus últimas grabaciones, en el North Sea Jazz Festival de 1985, apenas siete años antes de su muerte.