En el año 1999, el servicio postal de los Estados Unidos contrató a un artista para copiar la foto de
Jackson Pollock tomada por Martha Holmes. La foto fue hecha en el estudio del pintor para una portada de la revista
Life y mostraba a Pollock con uno de sus lienzos... y fumando. Por orden expresa de quienes pagaban, despareció el cigarrilo del sello conmemorativo.
En 1994 el propio servicio postal de los Estados Unidos había borrado otro cigarrillo en otro sello que tomaba como referencia una foto. Se trataba de la imagen del guitarrista Robert Johnson. Y este es uno de esos casos donde la eliminación de un detalle rompe la esencia de una imagen, ya que quitar el pitillo de la boca de Johnson es como borrar la guitarra que asoma, sin dudas muestras ambas imprescindibles de su personalidad.
Y hablando de rasgos distintivos: “Bebo mucho, duermo poco y fumo puro tras puro. Debido a eso es que estoy absolutamente en forma”, dijo Churchill. Hay pocos personajes cérebres tan asociados al hábito de fumar. Pues bien, el fotógrafo Yousef Karsh literalmente borró el puro de la boca de Churchill en una de las fotos que se muestran en el museo The Winston Churchill’s Britain at War Experience (la página enlazada, advierto, es auditivamente insoportable). La imagen podada del viejo Wiston parace estar pensando; ¿dónde coño habrán puesto mi habano?.
A lo largo del día una persona puede enfrentarse a un par de decenas de asesinatos, otras tantas peleas, un par de violaciones, algún suicidio y a miles de atropellos morales. Basta con poner la televisión, conectarse a internet o ir al cine. Si uno toma ciertos medios de transporte -por ejemplo, el tren de cercanías de Barcelona a Sabadell-, un sábado por la noche, verá manadas de adolescentes fumando hachís; esos mismos adolescentes -en nuestro ejemplo se dirigen a la
Zona Hermética de Sabadell-, se atiborrarán de alcohol, pastillas y otros químicos; terminarán preguntándose que habrán estado haciendo las últimas dos horas, exhaustos, desmayados, con una intoxicación etílica o una sobredosis, entre otros daños, algunos de ellos irreparables.
Quiero decir: esos adolescentes –muchos de ellos ostentan el salvoconducto “menor de edad”- podrían darnos algún que otro cursillo acelerado de vicios y otras depravaciones. Sin embargo, por ellos, dicen, se confeccionan reglamentos prohibitivos, se manipula la historia y su importancia sin ningún atisbo de vergüenza.
En los últimos años hemos entrado en el esplendor de la Época de la Corrección Oficial. Y mientras se trazan programas, se adoptan medidas, se planifican reuniones para sentar las bases de..., el mundo va en otra dirección a la oficialidad y, por tanto, opuesto al buenismo histérico que defendemos como sociedad decadente.
Hace tres o cuatro años le envié a mi madre que vive en Cuba un póster de Humphrey Bogart.
Mi madre ha visto “El motín del Caine”, “La reina africana” y “Casablanca” más veces de las que yo me haya podido leer el primer párrafo de la novela en la que estoy trabajando -y les aseguro que eso es una cantidad avergonzatemente elevada.
Era un cartel barato, encontrado en uno de esos dispositivos característicos para carteles de cines -o similares- que se encuentran en los centros comerciales. Para enviarlo sin que ocupara demasiado espacio en el equipaje del amigo que me hacía el favor, lo doblé hasta el tamaño de un libro de bolsillo y lo guardé en el mismo paquete donde irían productos más bastos y de mayor utilidad. Era apenas un guiño, una manera de decirle que me acordaba de cosas.
Creí que el cartel habría terminado en algún cajón de armario, ese tipo de objetos que uno olvida y cuando un día topa con ellos sin querer, les profesa cierta adoración enternecedora y pasajera. Sin embargo, hace poco me enteré que mi madre había encontrado algunos trucos caseros para recuperarlo -trucos que incluían agua oxigenada y una plancha a temperatura media-, lo había hecho enmarcar y lo había colgado en el salón de la casa. Sí, me han dicho que allí sigue Bogart y el humo de sus cigarrillos.
Y es que mi madre no se ha enterado aún que Humphrey ya no es quien solía ser.
fuente de la imágenes: iconicphotos