Las 05:45 de la mañana es una hora poco productiva. Si uno no ha dormido es el momento preciso de ir a la cama; si se acaba de despertar, anda somnoliento aún, poniéndose al día con los vicios y el acontecer de las últimas noticias. A esa hora, sin embargo, este lunes, no hacía ni una cosa ni la otra: miraba este video de Diana Krall en el Festival de jazz de Montreal del año 2004 cantando Temptation, un tema de Tom Waits:
Temptation, I can't resist, canta la rubia canadiense y se deja llevar, se entrega al compás del contrabajo, la guitarra y la batería que acompañan con suavidad y apocamiento, sabiendo quizás que están allí para servir, ser testigos, fondo, ambiente de lo que está por suceder. Diana Krall golpea el piano y unos segundos antes de que la producción se vaya a la guitarra, mueve una mano dentro del piano, busca la hendidura, la cuerda, el punto, la sensación, el sonido; ese placer. Se afana alli, lleva el pelo sobre la cara y poco a poco su cuerpo va adoptando esa posición como encorvada de quien está experimentado algo que le rebasa, le gana, no puede reprimir. El instrumento ya no emite notas sino quejidos, gemidos; y ahora su cara apenas logra ocultar que está llegando, lo está consiguiendo; el público del teatro se da cuenta, termina sabiéndolo todo y acompaña la explosión.
Diana les agradece, y su frase es como esa primera palabra que se alcanza a decir después del orgasmo.
Temptation
Rusted brandy in a diamond glass
everything is made from dreams,
time is made from honey slow and sweet
only the fools know what it means
temptation, temptation, temptation,
I can't resist.
I know that he is made of smoke
but I've lost my way
he knows that I am broke
but I must play
temptation, temptation, temptation,
I can resist.
Dutch pink and Italian blue
he is there waiting for you
my will has disappeared
now confusion's oh so clear
temptation, temptation, temptation,
I can't resist.