Una putada, apenas. A mucha gente le ha pasado y no han podido siquiera pensar en ello.
Después vino España y ganó la Eurocopa, hubo cantos, jolgorio en las calles de un barrio de Barcelona y la siempre inquietante imagen de una bandera que ondea desde una mano sin cuerpo asomada por la ventanilla de un coche.
Y me acordé de Omara
Portuando, esa mujer que nunca me cayó bien, pero que cantaba esta canción que
tarareé durante todo el trayecto hasta casa y que escuché después, acompañando
un café y un cigarrillo.