Cuenta Gabriel García Márquez en la celebérrima novela "Cien años de soledad": "Cuando despertaron, ya con el sol alto, se quedaron pasmados de fascinación. Frente a ellos, rodeado de helechos y palmeras, blanco y polvoriento en la silenciosa luz de la mañana, estaba un enorme galeón español. Ligeramente volteado a estribor, de su arboladura intacta colgaban las piltrafas escuálidas del velamen, entre jarcias adornadas de orquídeas. (…) En el interior, que los expedicionarios exploraron con un fervor sigiloso, no había nada más que un apretado bosque de flores."
He recordado este fragmento de la novela mientras leía una noticia de EFE: "Un sumergible con una capacidad de carga de ocho toneladas de cocaína y una autonomía de navegación de Colombia hasta México fue hallado en la selva suroccidental colombiana.
El submarino, que estaba listo para realizar su primer viaje, fue descubierto el domingo en la zona rural de Timbiquí, localidad del departamento del Cauca (suroeste), informó el jefe del Comando Conjunto Pacífico Número Dos del Ejército, general Jaime Herazo, en la misma zona del hallazgo."
No es la primera vez que se encuentra algo así, ya en julio de 2010, en la selva ecuatoriana, el ejército había tropezado con un submarino de 33 metros de largo, "operativo para viajes transoceánicos".
La similitud de estas situaciones con la narrada en la novela de García Márquez es elementalmente deliciosa. Cosas de eso que llaman lo real-maravilloso.
Apenas una apreciación última: dicho está que las embarcaciones encontradas servían a los propósitos de grupos de narcotraficantes; sorprendente entonces es que el galeón encontrado y "explorado con un fervor sigiloso" por José Arcadio Buendía y sus hombres sólo se encontró "un apretado bosque de flores".
No se sorprenda usted si a algún fiscal le da por investigar al escritor como autor intelectual de estas estrategias del tráfico de drogas; tampoco si algún sesudo investigador descubriera que lo que bebía el cura Nicanor para poder levitar unos doce centímetros no era precisamente chocolate -al menos no el chocolate en el que siempre habíamos pensado.