Por Michito Kakutami
Freedom, la nueva novela de Jonathan Franzen pone sobre la mesa todas las herramientas literarias de su autor y su habilidad para abrir, al mejor estilo de Updike, una ventana a través de la que se nos muestre la vida de la clase media americana. Aquí, además de haber creado una familia inolvidable para la literatura, Frazen completa su evolución de sátiro apocalíptico que se burla de las dificultades sociales, políticas y económicas de su país, a una especie de realista del siglo XIX especialmente turbado por la vida pública y privada de sus personajes.
Mientras que en su primera novela, “Ciudad veintisiete”, Frazen bebe directamente de las narrativas de Thomas Pynchon y Don DeLillo para conseguir esa imagen lóbrega y lluviosa de una futurista ciudad de St. Louis; su éxito de 2001 “Las correcciones” señalaba la determinación de escribir una especie de “Los Buddenbrooks” americana y así ser capaz de evocar la contemporaneidad estadounidense –optando no por una épica transitoria o caricaturizada sino sabiendo deconstruir una historia familiar y ofreciéndonos un amplio retrato nacional a la par que se aproximaba el materialismo de los años 90.
Mientras que en su primera novela, “Ciudad veintisiete”, Frazen bebe directamente de las narrativas de Thomas Pynchon y Don DeLillo para conseguir esa imagen lóbrega y lluviosa de una futurista ciudad de St. Louis; su éxito de 2001 “Las correcciones” señalaba la determinación de escribir una especie de “Los Buddenbrooks” americana y así ser capaz de evocar la contemporaneidad estadounidense –optando no por una épica transitoria o caricaturizada sino sabiendo deconstruir una historia familiar y ofreciéndonos un amplio retrato nacional a la par que se aproximaba el materialismo de los años 90.
En “Las correcciones”, Frazen descubre su voz más dinámica y aplaca esa tendencia suya a la pontificación sociológica. Sin embargo la novela es una especie de híbrido en el que los instintos satíricos y la visión misántropa del mundo parecen reñidos con su nuevo intento de crear personajes tridimensionales. Por momentos, parece que el autor quisiera exagerar la importancia de los símbolos reflejados en las experiencias de sus personajes, ya que les atribuye casi todas las corrupciones posibles: de la hipocresía a la vanidad, de la paranoia a la intriga maquiavélica.
En las páginas iniciales de “Freedom”, Frazen nos presenta a los miembros de la familia Berglund como a una sucesión de criaturas desagradables que asustan y perturban a los vecinos de St. Paul. Walter Berglund, conocido por su “bondad”, es un padre y esposo débil que fluctúa entre la pasividad y la agresividad, que se enorgullece de sus ideales de amor a la naturaleza y al mismo tiempo trabaja en una malvada compañía de carbón. Su esposa Patty, también de dulzura aparente, es una fiera de muy mal carácter que constantemente le riñe a Walter y quien inexplicablemente acuchilla las nuevas ruedas de nieve de su vecino. Joey, el hijo adolescente y engreído, se siente tan desgraciado en su hogar que termina yéndose a vivir con la familia de su novia a una casa vecina.
Estos apuntes a modo de farsa, sin embargo, apenas se proponen mostrar el modo en que un extraño percibiría las características y rutinas de los personajes. Como ya ocurría en “Las correcciones”, Frazen tiende a incidir demasiado en emociones como la ira o la depresión. En Freedom las sufren la mayoría de los personajes, quienes a su vez las justifican con injusticias y desprecios que alguna vez sufrieron de manos de sus padres.
A medida que se desarrolla, la novela ahonda en la mente de cada uno y los va mostrando como seres humanos y no como estereotipos Nietzscheanos fácilmente divididos en las categorías “duros” (desvergonzados y ambiciosos) o “suaves” (blandengues y lloricas); nunca simples presas exacerbados por rencores añejos, sino gente confundida, perdida, capaces de modificar sus comportamientos e, incluso, trascender.
Llegamos a entender la relación entre Walter -serio y siempre deseoso de agradar, el buen soldado que se estremece de ira contenida- y Patty -atleta colegial convertida en ama de casa que mitiga la sensación de inutilidad y pérdida con alcohol y sarcasmo. Conocemos a Richard, el mejor amigo de Walter, músico encantador y obsesivo mujeriego, de quien Patty se enamoró décadas atrás y con quien tendría más tarde una aventura.
La continuas alusiones a “La guerra y la paz” que sugieren algún tipo de paralelismo entre el triángulo amoroso Walter-Richard-Patty y el de Pierre-Andrei-Natasha del clásico de Tolstoi resultan alegremente presuntuosas; no obstante, Frazen logra descubrir con eficacia la evolución de las relaciones entre sus tres personajes principales, así como la dinámica entre Walter, Patty y sus dos hijos Joey y Jessica. Es capaz de comprender y mostrar los improvisados juegos emocionales que pueden surgir en las familias y las rampas y escaleras psicológicas que pueden aflorar en sus vidas cuando menos lo esperan.
Desde el inicio de su carrera con “Ciudad veintisiete”, Frazen persigue con ambición poder escribir una Gran Novela Americana capaz de captar un estado mental nacional y este nuevo libro no es una excepción. Su propio título anuncia el tema que se moverá con intensidad dentro de la prosa: qué significa la libertad en el contexto de las responsabilidades familiares y de las creencias ideológicas; hasta dónde alcanza el desarraigo y la desintegración familiar esa libertad podría provocar.
Pero no es su leitmotiv ni su argumento enrevesado y dikensiano lo que le otorga su peso a esta novela y mantiene la atención del lector, sino sus personajes y la habilidad de encontrar el absurdo de la vida contemporánea (al estilo de David Foster Wallace) en donde “el planeta se calienta como una tostadora” o la gente usa tarjetas de crédito para comprar un paquete de chicles o un perrito caliente (“el dinero en efectivo es realmente anticuado”), donde la guerra entre partidos parece tener el propósito de acabar con el país y los blogs con opiniones desmedidas, desquiciadas o incendiarias se celebran y reconocen como genuinas expresiones del descontento colectivo.
A través de una prosa visceral y lapidaria, Frazen nos muestra como sus personajes luchan por guiarse dentro de un mundo de artilugios tecnológicos y costumbres siempre cambiantes, cómo intentan resolver la ecuación que se plantea entre sus expectativas de vida y la gris realidad, entre sus ideales políticos y las urgencias personales. Es capaz de ir desde la comedia adolescente (el incidente de Joey cuando accidentalmente se traga su anillo de compromiso justo antes de unas vacaciones con la chica de sus sueños) hasta la tragedia (lo que le ocurre a la asistente y nueva amante de Walter cuando se embarca sola en un viaje a la región carbonífera de Virgina). Frazen demuestra su habilidad para sostener un espejo frente a las personas que habitan su lóbrego mundo mientras traza un retrato de sus turbias vidas interiores.
En sus trabajos anteriores, Frazen tendía a imponer la aparente visión mecanicista y cínica de sus personajes respecto al mundo, amenazaba con convertirlos en meros peones del autor guiados por imperativos naturales básicos. Esta vez, al haber creado individuos dentro de su conflicto, capaces de ir contracorriente y de escoger su propio destino, ha escrito su novela más profunda hasta el momento, una novela que resulta a la vez apremiante biografía de una familia disfuncional y retrato indeleble de nuestros tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario