En 1943, a raíz de que renunciara de su empleo en el Servicio Oriental de la BBC y comenzara a trabajar como columnista y editor en el semanario Tribune, apenas unos días después de la muerte de su madre, George Orwell se entrevistó con un joven periodista irlandés llamado Patrick S. Baldwell. La entrevista tuvo lugar en la casa del escritor, una apartamento de planta baja en Mortimer Crescent, en el barrio de Kilburn. En su libro “Seven Inches of Glory”, publicado en 1957, S. Baldwell cuenta los pormenores del encuentro. El libro es aburrido hasta la pesadilla, fundamentalmente porque pretende rellenar 145 páginas con las referencias a un encuentro que duró, como refiere el propio autor, 17 minutos.
S. Baldwell aprovecha su oportunidad para dar su opinión sobre la postguerra londinense, se interna en retratos de personajes pintorecos –como el de una anciana sucia y desdentada que vendía té en la calle, té caliente que preparaba en toscas cazerolas y servía en cantimploras del ejército-, cuela aquí y allí referencias a su propias hazañas y las vida que salvó durante los bombardeos alemanes. Creo que Patrick S. Baldwell no publicó ningún otro libro y, hasta donde ha sido posible investigar, no ejerció durante mucho tiempo el periodismo y se dedicó al magisterio.
Sin embargo, dio fe de una frase que pone en boca de Orwell –y por tanto, aunque la frase no sea especialmente brillante, le otorga cierto esplendor aprovechable- y que recuerdo hoy, no sé por qué, como tampoco logro desentrañar por qué ni con qué objetivo reproduzco aquí -y malcito de memoria porque el libro (regalo de un librero inglés que tenía su librería en Lloret de Mar como si el pueblo para algunos fuera una extensión continental de las islas británicas) tomó rumbo propio en una de mis múltiples mudanzas.
“Le debo todo a quienes me precedieron, incluso a muchos de mis comtemporáneos. Sin embargo, eso no quiere decir que me vea obligado a rendir pleitecías de ningún tipo, ni a los unos ni a los otros. Mis obras, mis actos en general, y yo nos debemos a nosotros mismos y sólo rendimos cuenta a los espejos.”
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